Daily Word of Encouragement 11.5.25 - TJ Robert

Bible Prophecy - Psalm 2 - November 5, 2025

Psalm 2 begins with a question that remains pertinent even today: “Why do the nations rage and the peoples plot in vain?” The world continues to experience rebellion, governments seek power, cultures reject God’s ways, and hearts pursue self-rule. However, none of this surprises God. He remains unfazed by the noise of rebellion; instead, He finds joy in it. The One who resides in heaven is not threatened by the plans of men. He has already appointed His King, Jesus, whose reign is not contingent on a future throne but is already established.

 This psalm serves as a reminder that, regardless of how chaotic the world may appear, Christ is not preoccupied with worry. He reigns now. His authority is not theoretical or deferred; it is tangible and present. Every kingdom, every leader, and every movement that opposes Him ultimately succumbs to the weight of His sovereignty. This truth humbles me—it reminds me that my hope cannot be placed in politics, power, or human progress. Instead, it must be found in the One seated on Zion’s throne.

 However, Psalm 2 goes beyond merely describing rebellion; it concludes with an invitation: “Serve the Lord with fear, and rejoice with trembling. Kiss the Son… Blessed are all who take refuge in Him.” These words encapsulate our appropriate response: surrender, worship, reverence, and trust. When the world rages, God calls His people to bow in joyful submission to the Son. We don’t need to panic, fight for control, or fear the future. Instead, we are invited to take refuge in the unshakable rule of Christ.

 And this invitation to trust isn’t without precedent. Scripture is full of moments where God’s people faced impossible circumstances and yet found Him faithful. One of the clearest is in Exodus 14, when Israel stood trapped between Pharaoh’s army and the Red Sea. From a human perspective, there was no way out, only despair ahead and death behind. But Moses declared, “Fear not, stand firm, and see the salvation of the Lord, which He will work for you today… The Lord will fight for you, and you have only to be silent.” (Exodus 14:13–14).

 That moment, when the sea split, and the people walked across on dry ground, wasn’t just a display of God’s power; it was a revelation of His steadfast faithfulness. He is the same God who reigns today. The nations may rage, the waters may rise, but His people will never be abandoned. The God who delivered Israel still shelters His children under the covering of His Son.

 The psalm concludes not in wrath but in blessing: “Blessed are all who take refuge in Him.” This is the essence of it: peace is not found in resisting His authority but in resting under it. When I yield to His kingship, I discover the security my heart yearns for. The world may rage, but the King reigns, and that is sufficient.

 As we contemplate this profound truth, it becomes only appropriate to turn our hearts toward worship. The timeless hymn “A Mighty Fortress Is Our God” encapsulates this very hope: despite the raging nations and encroaching darkness, our refuge remains steadfast. Christ stands as our stronghold, our defender, our victor, and our source of peace.

 “Though this world, filled with devils,

Should threaten to destroy us,

We shall not fear, for God has decreed

His truth to triumph through us.”

 Let us worship the One who reigns supreme—our mighty fortress, our sovereign King, our refuge, and our strength.

Profecía Bíblica - Salmo 2 - 5 de noviembre de 2025

 El Salmo 2 comienza con una pregunta que sigue siendo pertinente hoy: «¿Por qué se enfurecen las naciones y los pueblos traman en vano?». El mundo continúa experimentando rebelión, los gobiernos buscan el poder, las culturas rechazan los caminos de Dios y los corazones ansían la autodeterminación. Sin embargo, nada de esto sorprende a Dios. Permanece imperturbable ante el clamor de la rebelión; al contrario, se regocija en ella. Aquel que mora en el cielo no se siente amenazado por los planes de los hombres. Él ya ha designado a su Rey, Jesús, cuyo reinado no depende de un trono futuro, sino que ya está establecido.

 Este salmo nos recuerda que, por muy caótico que parezca el mundo, Cristo no se preocupa. Él reina ahora. Su autoridad no es teórica ni diferida; es tangible y presente. Todo reino, todo líder y todo movimiento que se le opone finalmente sucumbe ante el peso de su soberanía. Esta verdad me llena de humildad; me recuerda que mi esperanza no puede depositarse en la política, el poder ni el progreso humano. En cambio, debe encontrarse en Aquel que reina en Sión.

 Sin embargo, el Salmo 2 va más allá de la simple descripción de la rebelión; concluye con una invitación: «Servid al Señor con temor, y alegraos con temblor. Honrad al Hijo… Dichosos todos los que en él se refugian». Estas palabras resumen nuestra respuesta apropiada: entrega, adoración, reverencia y confianza. Cuando el mundo se enfurece, Dios llama a su pueblo a postrarse con gozosa sumisión al Hijo. No necesitamos entrar en pánico, luchar por el control ni temer al futuro. En cambio, se nos invita a refugiarnos en el inquebrantable reinado de Cristo.

 Y esta invitación a confiar no carece de precedentes. Las Escrituras están llenas de momentos en los que el pueblo de Dios se enfrentó a circunstancias imposibles y, aun así, lo encontró fiel. Uno de los ejemplos más claros se encuentra en Éxodo 14, cuando Israel quedó atrapado entre el ejército del faraón y el Mar Rojo. Desde una perspectiva humana, no había salida, solo desesperación por delante y muerte por detrás. Pero Moisés declaró: «No teman, manténganse firmes y vean la salvación que el Señor les dará hoy… El Señor peleará por ustedes; ustedes solo tienen que guardar silencio» (Éxodo 14:13-14).

 Aquel momento, cuando el mar se abrió y el pueblo cruzó sobre tierra seca, no fue solo una demostración del poder de Dios; fue una revelación de su fidelidad inquebrantable. Él es el mismo Dios que reina hoy. Las naciones pueden enfurecerse, las aguas pueden crecer, pero su pueblo jamás será abandonado. El Dios que liberó a Israel sigue protegiendo a sus hijos bajo la protección de su Hijo.

 El salmo concluye no con ira, sino con bendición: «Dichosos todos los que en él se refugian». Esta es su esencia: la paz no se encuentra en resistir su autoridad, sino en descansar bajo ella. Cuando me someto a su reinado, descubro la seguridad que anhela mi corazón. El mundo puede enfurecerse, pero el Rey reina, y eso basta.

 Al contemplar esta profunda verdad, es justo y necesario que dirijamos nuestros corazones a la adoración. El himno eterno «Castillo fuerte es nuestro Dios» resume esta esperanza: a pesar de las naciones enfurecidas y la oscuridad que nos invade, nuestro refugio permanece firme. Cristo es nuestra fortaleza, nuestro defensor, nuestro vencedor y nuestra fuente de paz.

 «Aunque este mundo, lleno de demonios,

amenace con destruirnos,

no temeremos, porque Dios ha decretado

que su verdad triunfe por medio de nosotros».

 Adoremos a Aquel que reina supremo: nuestra poderosa fortaleza, nuestro Rey soberano, nuestro refugio y nuestra fuerza.